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jueves, agosto 09, 2007










Escocia, 1234

-¡Que la Diosa Madre os bendiga, os deseo mucha felicidad en vuestra unión!-dije aplaudiendo.

Estaba...¡tan nerviosa! Era la primera ceremonia de unión que oficiaba, pero todo había salido bien.
Los musicos empezaron a tocar, y la pradera se llenó del sonido de flautas, gaitas y tambores. Aunque por encima de todo, se podía escuchar la risa alegre de la novia.
Bailamos en círculo...

-Hay alguien-dijo William, el pecoso-¡que debería ir pensando en celebrar su propia boda, en lugar de oficiar una!-y se echó a reir, junto a un grupo de chicos.
Enrojecí hasta las raíces del pelo.
-¡Ven aquí! ¿Cómo te aterves a faltarle el respeto a una sacerdotisa?-eché a correr tras él con los puños en alto. Dimos varias vueltas y empujamos a los músicos, a varios bailarines e incluso al padre del novio, quien también comenzó a perseguirnos profiriendo amenazas.
Al final, tropecé y caí rodando hasta que unas botas me detuvieron.
-¡Os debo la vida!-dije risueña. Y alcé la mirada.

Él iba todo de negro, como un cuervo.
El padre Geiles.
-Morrigan, por Dios-dijo sin un ápice de alegría o de entendimiento. Me tomó del brazo y me obligó a levantarme.
La musica paró. William comenzó a protestar algo.

-Ya sé lo que viene ahora-espeté, soltándome bruscamente.
-Quizás tu madre sea más juiciosa que tu padre-dijo el de negro.


Marian McArthur estaba sentada y pálida, mientras observaba la ira de Geiles en todo su esplendor. Yo recuperaba el aliento en una esquina, no por haber subido la colina hasta casa rápidamente, sino por haberlo hecho gritando a Geiles.

-¡Es igual que su padre!¡Con esas expresiones heréticas y esa...falta de respeto!-alzó una mano mientras daba vueltas por nuestra cabaña-¡Ademas de sus "ceremonias druídicas de invierno, de primavera, de verano..."! Se acercó mucho a mi madre, que había agachado la cabeza- ¿No lo entiendes, mujer? ¡Eso es brujería!

Habíamos oído los rumores. Quemaban chicas, allá por Londinium. Por brujas.
¿Yo era una bruja? Las brujas eran malvadas.
O no. Quizás las brujas eran como yo, y se encontraban a gente como Geiles.

-¡No tenías por qué declarar nula y pecaminosa la boda!-le grité, furiosa, apoyándome en mis rodillas para chillar aún con más fuerza-¡Era mi primera...!

Pero el cuervo ya no me escuchaba. Me miró de una forma extraña. Hubo un brillo desagradable en sus ojos. Quizás fue por la forma en la que me incliné hacia delante, no lo sé.
-Y ponte algo de ropa, niña-me espetó.

Mi madre y yo enrojecimos. Mis ropas...les resultaban obscenas y pecaminosas a los cristianos, y yo no entendía por qué.

-¡Morrigan!-me gritó ella-¡Por Dios, no lo empeores más!¡Ven aquí y vist...!
-¡Voy perfectamente vestida!-exclamé, mientras lágrimas de vergüenza e indignación asomaban a mis ojos-.Que no vaya tapada hasta al cuello no significa que...

Geiles sonrió, satisfecho, y avanzó hacia la salida de la cabaña sin darnos la espalda.
-Morrigan, espero que vengas a la capital para...confesarte-dio unos pasos hacia atrás, sin quitar la vista de mi cuerpo-.La conozco desde que era una niña...-le oí susurrar, y luego se dirigió a mi madre-.Ya es muy mayor. Debe casarse, aunque si tiene tanto interés por la religión podría ir a vivir con las hermanas en Edimburgo.

Se giró para salir y chocó con alguien que pretendía entrar.
Mi padre.
Sonreí con descaro. ¡Mi padre! ¡Ahora vería lo que era bueno!
¡Mi padre tomaría su cabeza y la estamparía contra un tronco de árbol una vez, y otra, y otra, y...!
-Buenas tardes, padre-dijo mi padre, haciéndose un lado para dejarle salir.
-Dios te bendiga, hijo mío-dijo fulminándole con la mirada.

En cuanto el cuervo se perdió en la distancia y mi padre hubo dejado su hacha de leñador a un lado, comencé a gritarle, cobarde entre otras cosas.
Apelé a su honor de guerrero. De escocés. De celta. De hombre. A todo su honor, en resumen.
-Esta bien-dijo al fin, levantándose y tomando su hacha-.Este es el último insulto de ese hombre y su falso Dios.
-¡Yuhuuu!-grité-¿Puedo coger el hacha pequeña?
-Sí.
-¡¡Yipiiee!!
-¿Morrigan, has visto la pintura azul?
-No, padre, creo que...

Mi madre la sostenía entre sus manos.
-Mamá, dame la pintura-azul-de-guerra-pedí.
-No-en sus ojos no había el mismo fuego que en los ojos de mi padre. Había hielo.
-¡Pero...!
-¡No vamos a enfadar a Geiles ni a su Iglesia!-nos chilló-¿De acuerdo?

En el silencio que siguió, sólo se oía el crepitar del fuego.
Mi padre rió y señaló a mi madre con el hacha.
-Escucha, mujer...-comenzó.
-Sí, escucha, mujer-corroboré, copiando su pose.
-No dejaré a mi hija en manos de ningún sacerdote lascivo...
-Sí, no dejará a su...no me dejará a en manos de ningún sacerdote...

...

Hubo un destello doloroso. Cuando abrí los ojos mi padre se frotaba la nariz y yo una mejilla enrojecida. Y mi madre nos señalaba.
Con el hacha.
Con el hacha grande.

-No, escuchadme vosotros, ¡Arthur y Morrigan McArthur!-suspiró y dejó caer el arma-.Hija mía, irás a Edimburgo, y no pasará nada. Llevarás los ahorros de la familia, pedirás perdón por nuestro paganismo y te confesarás. Luego volverás a casa, ayudarás a labrar el campo de los Finnigan y te casarás con William, que es un buen chico.

Abrí los ojos como platos, al igual que mi padre.
-¡NO!-grité-¡No puedes...!
-Cállate, Morrigan-me dijo fríamente. Estás castigada. Mañana te conseguiré un caballo e irás con Geiles-señaló las escaleras.

Subí lloriqueando.
Escuché a mis padres discutir en el piso de abajo.
-Todo empezó cuando le dejaste hacerse esa marca horrible, ese tatuaje...
-¡Es una druidesa, puede llevar tatuado lo que...!
-Arthur. Ahora a esas mujeres se les llama brujas. Y mueren. Acéptalo, esposo, tanto si nos gusta como si no, ahora es tiempo de ser cristianos. Las leyendas celtas son eso, leyendas. Olvidadas para siempre. La magia no existe. Gaia murió.
Lágrimas de desesperación cayeron por mi rostro.

Aúnque ya era noche cerrada, no podía conciliar el sueño. Mis padres tampoco. Les escuchaba murmurar.
Las leyendas celtas...¿sólo leyendas? ¿Arturo, Merlín?¿No fue en busca del Santo Grial el primero? ¡Yo creo en ello!

Apreté los dientes. Habían llegado rumores del paradero del Santo Grial.
Mi madre...había perdido la fe. Al igual que la gente de la aldea. Ahora tenían fe en Geiles y su hoguera, fe en el miedo.

Iré, recuperaré el Santo Grial y se lo mostraré a mi madre y a William y al resto del pueblo y luego se lo estamparé a Geiles en la cabeza y se irá de aquí para siempre y será druidesa y...

Me levanté del catre y me acerqué a la ventana. Suerte que nuestra casa era muy baja.
Salté y caí sobre un colchón de heno húmedo. Me levanté y me sacudí. Eché a correr...

Y me encontré con mi padre, que miraba el cielo estrellado sentado sobre la hierba.
Me quedé paralizada. Me esperaba una buena azotaína...

Entonces Arthur McArthur me miró, y levantó la mano con el puño cerrado...
Y el pulgar extendido hacia arriba. Sonrió.
Había ese fuego en sus ojos.

Eché a correr con todas mis fuerzas...Sabiendo que tenía su permiso.

Gracias, padre, te quiero. Haré que estés orgulloso de mí.
¡Sí, sí!
-¡LIBERTAD!-grité-¡LIBERTA~D!
-¡Chst!-ordenó alguien desde una cabaña cercana.
-Libertaaaa~d...libertaa~d...


//Out// Morrigan a la fuga! XD Ok, demasiado largo, demasiadas referencias a william wallace...XD espero que ninguno seais muy expertos en los celtas XDD pq creo que me matariais por inventar tantisimo ^^UU sorry! XD byess //Out//