
¡Seguir a ese ladrón hasta Pisa...!
Pero una vez allí, había sido fácil encontrarlo. Simplemente buscar en las casas de todos los intelectuales, médicos, practicantes o alquimistas. Los...subersivos.
Y allí estaba. Uno de aquellos seis era él. Las copias del documento,esparcidas por todo el suelo, lo demostraban.
-El original-pedí con una sonrisa, extendiendo la mano.
Uno de los chicos se lo sacó de entre las ropas y me lo dió. Se había deteriorado bastante...Suspiré y lo alisé lo mejor que pude, para luego guardarlo con mucho cuidado dentro de una caja.
Podría preguntar quién de los seis había sido...Algo inútil. Los seis sabían el secreto...Uno era un ladrón, pero los demás sabían.
Y eso era incluso peor.
Miré a uno de los inquisidores que me acompañaban.
-Rápido. Y luego quemad esta casa hereje.
Me di la vuelta, justo antes de que los fieles sirvientes de la Iglesia se abalanzasen sobre los muchachos.
Oí gritos. Oí el roce de los cuchillos...
Por un momento hubiese preferido taparme los oídos.
Asomé la cabeza por la ventana de la carreta. Desde la gran casa en Pisa se elevaba una columna de humo, que se hacía más pequeña conforme nos alejábamos.
¿Por qué? Jóvenes, ricos,y de familias cristianas ¿por qué esa rebeldía? ¿Acaso la Iglesia iba a meterse en sus vidas? Si yo hubiese sido ellos...
-Supongo que ahora no importa-murmuré, y sonreí.
De vuelta en Roma.
Bajé de la carroza. ¿Quién esperaba unos metros más allá?
-Lucius.-La persona era Gin.
El menor de los hermanos, como yo. No obstante, el tenía el camino libre a la herencia de su familia y había elegido...una vida eclesiástica.
No podía entenderlo.
Me santigué.
-Dios os bendiga, Cardenal.
-A ti también, Lucius.-Me siguió con la mirada, luego sonrió.- Regresas pronto.
¿¡Pronto!?
-Sí-dije-.He sido muy afortunado. La gente colaboró...
-Supongo... que llevaste acabo tu misión sin problemas.-Suspiró.
-Gracias a Dios-dije con un sonrisa-¿No estáis tan satisfecho...como yo?
-Claro que lo estoy.-Afirmó.- Pero... me hubiese gustado acompañarte en esa misión.
Lo miré confuso.
-¿Ah, sí?
-Sí.-Se encogió de hombros, luego bostezó.
-¡No merezco tal honor!-siseé con amabilidad forzada. Me molestaba su informalidad-.Seguramente os será encomendada muy pronto alguna valiosa tarea.
-Estoy seguro...-Comenzó a caminar aburrido hacia uno de los jardines, luego me miró de reojo.- Hasta luego Lucius, que Dios te bendiga...
No pude contenerme. No entendía qué hacía este hombre aquí, cuando podría simplemente pasar a formar parte del ejército. Y ahí estaba. Cardenal...
-¡Bah!-exclamé casi sin darme cuenta.
-¿Hum?-Susurró,me había oído. Se paró en seco y me miró, curioso.
Le miré con una gran sonrisa inocente.
-¿Ocurre algo, monseñor Gin?
-Dijiste...-comenzó a comentar, luego se rió y se dió la vuelta para continuar.- No, no ocurre nada.
Esperé en silencio a que dijera algo o se marchase. "Que Dios os bendiga", simplemente no saldría de mis labios.
Segundos después, el hermano del Papa echó a caminar hasta perderse en la distancia.Su risa siguió resonando en mis oídos -y en la calle- un buen rato.
Tomé aire y lo dejé escapar lentamente.
Descubrí cuál era su motivo para estar en la Iglesia: Su demencia.
Todos los días se aprende algo nuevo. Ahora, he de ir a visitar a su Santidad y comunicarle las buenas nuevas.
//Out// Gracias lore por rolear, tk *-* //Out//
Kaori empezó su búsqueda a las 4:44 p. m.