
Así que tenía que salir de Roma para buscar ese objeto... el Santo Grial. Y encima de ello, debía ir en compañía de dos... am? personas.
Volví a mirar la hoja de papel que sostenía entre las manos: Padre Crowley y Madre Aldora, me parece... Vi a dos sujetos jóvenes por el pasillo, quizá ellos sabrían donde encontrar a estos tíos.
-¡Hey Hola! -ambos voltearon, la chica mirándome raro (nota mental: no volver a saludar así.)- Buenas tardes, -sonrisa forzada- ¿alguno podría indicarme donde puedo encontrar a la Madre Aldora –pausa para respirar- o al Padre Crowley?-
- Buenas tardes, supongo que usted será la madre Catherine, efectivamente somos nosotros -dijo el chico. La mujer alargó la mano hacia mi, y yo la agarré con una gran sonrisa en los labios, ella me miró extrañada, pero también sonrió.
-Encantada, soy la Madre Aldora, creo que a partir de muy poco seremos compañeros de... ¿trabajo?-
- No quiero ser presuntuoso, ¿pero que le ha llevado a ponerse en busca del santo grial?
-Es un placer conocerles... -quise dejar pasar su pregunta, pero en fin- Bueno, esta misión nos la ha encomendado su Santidad y -ahí venía mi frase favorita:- todo sea por el bien de nuestra iglesia.-
-Si... por el bien de nuestra iglesia, y por el bien de todos nosotros...- dijo la madre Aldora, como si no estuviera con nosotros, con la mirada perdida.
- Si por el bien de la iglesia - dijo el padre Crowley no muy convencido
-¡Ah bueno! ¿Cómo vamos a hacer? -
-No lo sé... ¿alguien tiene idea de por dónde debemos empezar?- preguntó Aldora mirando a nuestro alrededor...
- Tendremos que seguir los rumores que lanzan los "herejes" como dice el Papa Augusto - al nombrar hereje se mostró una mueca de rabia. Curioso.
-¡Ah! -exclamé y moví la mano como restándole importancia- ¡Herejes, herejes! -
-Herejes... ¡me encanta esa palabra!- exclamó sonriente como si hubiera perdido la razón.
-¡Jajajajaja! -reí sinceramente, ¡por fin alguien divertido en esta cueva de ancianos!, me calmé y miré a Crowley- Bueno, ¿cuándo partimos? ¿Hoy mismo? -bromeé
- Bueno si ya estáis preparadas para el viaje no sería tan mala idea irnos ahora. -¿Ah? ¡Este no pesca las bromas!
-Por supuesto, mientras más pronto mejor- Le sonreí forzado. Eso de decir exactamente lo contrario de lo que pienso estaba volviéndose una adicción.
-Bueeeeno, creo que tendré que prepararme bien para el viajecito.- soltó de repente Aldora
- Os recuerdo que no es un viaje en el que se pueda disfrutar, y que es posible que no podamos volver de el. -¡Ju!
-Creo que eso lo tenemos bien claro Padre Crowley. No por nada estamos en la Inquisición, ¿no? -le hablé alegre, como para tranquilizar mis propios nervios más que los suyos.
-Yo tengo que morir de todas formas, así que no me importa arriesgar mi vida por ello. Pero por supuesto por Augusto no lo hago - dijo el muy serio. Y qué irónico, mis pensamientos eran justo lo contrario.
-Dios, tengo ganas de llorar.- dijo Aldora muy sincera, apoyándose en el hombro del padre Crowley. -Vamos chicos, no seáis tan pesimistas, ¡claro que volveremos de este viaje! para cumplir nuestros más profundos deseos... ¡y algunos caprichitos también!- por un momento vi que los ojos de la mujer se iluminaban... ¿podía ser?
- Antes de que os ocurra algo a vosotras moriré yo, vosotras tenéis una vida con la que querer seguir yo solo espero a que me llegue el día.
-¿Madre Catherine? -se acercó un tipo llamándome.
-¿Si? –dulce sonrisita forzada
-Le ha mandado llamar su Santidad.
-Ah si...¿¡Qué!?
-Si, dice que quiere hablar con usted antes de que se vayan a la misión.
-¡Ah! Madre Aldora, Padre Crowley tengan la bondad de disculparme –aunque seguro, si iba a ver a Augusto, no regresaría viva para ir a tal misión.- Los buscaré más tarde, Dios los bendiga. -dije con el tono más natural que pude lograr(de hecho fue tan natural que sonó raro) para después caminar tras el simpático hombrecito interrumpe conversaciones. Él me llevó hasta la puerta del despacho de Augusto y una vez allí me sonrió levemente y dijo:
-Que dios os bendiga madre Catherine- ¡Hahaha! Si, ¡Qué Dios me bendiga! porque esta vez si iba a necesitarlo.
-Que Dios le Bendiga -y toqué la puerta un par de veces. La fría voz de Augusto sonó a través de la inmeeensa puerta.
-Adelante. -Y la abrí, justo como la última vez.
-Catherine.-dijo a modo de saludo levantando la mirada de una montaña de papeles.
-Su Santidad -dije bajito, indiferente- ¿Cuál es el motivo de su llamado?
-Quería hablar contigo.-dijo levantándose.-Sobre nuestro último encuentro.
¡Ju! Estás muerta Catherine.
-Ah si...-y cerré los ojos con lentitud
-Si... quisiera disculparme, porque quizá fui muy brusco contigo...
-¿Ah? -abrí los ojos de golpe, eso no me lo esperaba y quizá no logré asimilarlo muy bien.
-Si...-dijo él bajando la mirada. Raro.
-Ah... esto...-balbuceé.
-Di algo...-dijo él sin mirarme. Bajé la cabeza.
-No, no. Quien debe disculparse soy yo, ya que... -me callé, una palabra más y hubiese roto en llanto (cosa que obviamente no era buena idea). Él se acercó y posó sus manos sobre mis hombros.
-Siento si fui muy duro, pero un comportamiento como el tuyo no puedo consentirlo, y lo que dijiste... bueno supongo que no querías decirlo, que solo estabas confundida...
¿Confundida? Bueno tal vez si y en ese caso estuve confundida desde que lo conocí. Gracioso, ¿no?
-Si...-le miré de frente, con los ojos llorosos...
-¿Que ocurre?-preguntó clavando su mirada en la mía. Era curioso como había cambiado su actitud respecto al día anterior, estaba siendo mucho más comprensivo y dulce conmigo.-Tus ojos...
-Ah, nada...- Y cuando sentí dos lágrimas resbalar por mis mejillas, sonreí triste.
-¡¡No llores!!-dijo de repente sobresaltado.-Catherine yo.. yo.. esto.. no llores...
Me limpié el rostro con las espesas mangas del hábito. En ese momento si podía decir que estaba confundida: era sorprendente como dos frases suyas podían disminuir mi capacidad de razonamiento. Desde pequeña siempre creí que no pensar sería divertido, sin embargo acababa de darme cuenta que no era así. Augusto no sonrió, me miraba confundido y ante eso, mi falsa sonrisa desvaneció. No supe si era bueno decir algo o no.
-Esto...-Augusto agachó la cabeza.-Ya puedes irte si quieres...
Él dijo "si quieres" y yo no quería. Porque al final, estar con él fue la única razón que me llevó a salir del convento. Y ahí estábamos, de frente, en una situación completamente incómoda, y yo con mi estúpida conciencia que(justo cuando requerí de ella) se negó a ayudarme a tomar una decisión.
-Te amo Augusto, de verdad. -susurré y le di la espalda. Augusto quedó en silencio, luego cogió mi brazo para que me girara.
-Eso es imposible Catherine.-Noté que no me había llamado madre en ningún momento.-Eres una mujer entregada al señor, y esos sentimientos que dices tener por mí, seguro que los tienes por nuestro señor, y como yo soy la persona que le representa pues eso te confunde.-dijo en un tono calmado.
-¡Jajajaja! ¡Si! ¡Seguro! -reí mirando al techo, como si esperara una respuesta de Dios.
-Claro que si.-sonrió. Aunque parecía... decepcionado. Le miré, y por primera vez en mucho tiempo me sentí verdaderamente arrepentida, pero no como cuando te arrepientes para que alguien te perdone, más bien fue como... como...
-Que Dios le bendiga, su Santidad.-dije sonriendo con los ojos llenos de lágrimas.
-¿Porque lloras?-preguntó el quitándome una lágrima del rostro con su dedo.
-¿Por qué no debería llorar? -le cogí de la muñeca, antes que retirase la mano de mi cara.
-Porque... esto porque...-noté que se ruborizaba.-Nunca he soportado verte llorar... desde que nos conocimos.
Lo abracé, porque después de eso, sentí que ya no importaba lo que sucediese después. Aunque no era un abrazo cálido, me aferré a él con fuerza y bajé la cabeza para que no viera, con pena, la forma en la que estaba llorando. Noté su mano acariciando mi pelo y luego escuché su voz, tenue y en un susurro.
-Catherine... La fuerza con la que lo sujetaba se esfumó y con ello también mi tristeza, todo con ese simple gesto de cariño.
Pero nah, no podía ser tan simple, las cosas no podían ser tan simples. Augusto colocó su mano en mi barbilla y me levantó la cabeza para mirarme a los ojos, después se acercó a mi y... me besó. Me sorprendí mucho, tanto que, al contacto pensé en alejarme, pero me dejé llevar…
Nos besamos intensamente durante un momento que no quise que acabara, podía notar que los labios de Augusto rozaban cada rincón de mi corazón y mi alma. Luego se separó de mí despacio, mirando al suelo.
-¿Augusto?
-Perdona...-susurró él.
-¿Perdonar qué? -y me di cuenta, se había arrepentido.
-Por esto... No tengo perdón de Dios... -"Fue un error", debí imaginármelo antes.
-Augusto no... -ese era buen momento para salir corriendo.
-Catherine... Yo... tú... esto no puede ser... Si alguien nos viera... nos excomulgaría... ¡¡yo mismo debería excomulgarnos ahora mismo, no sólo por hacerlo si no por desear que se repita.-confesó. Lo entendí y él hablaba enserio, era mejor no seguir con eso.
-Tienes razón, -sonreí y me dirigí hacia la puerta- que Dios te bendiga. -Antes de que saliera, Augusto me tomó por el brazo y me hizo hacia él abrazándome con fuerza.
-Perdóname.-Susurró y lo besé con ternura, disfrutando del silencio, cómplice.
-Te amo. -le susurré al oído
-Y... yo.-murmuró tan flojo que apenas pude oírle.
Así, antes de hacer alguna tontería, me separé de él. Di la vuelta y salí de su despacho, cuidando no mirar atrás. Entonces a pesar de todo me sentí muy feliz. Pero eso estaba prohibido y en el fondo, sabía que mi felicidad estaba hundida en una realidad triste.
*out* Gracias a kike, bunny y susy <3
(y crowley es emo digan lo q digan xD) *out*
Anónimo empezó su búsqueda a las 3:54 a. m.