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sábado, julio 26, 2008










Nunca me había sentido tan agotada…
No sólo era el cuerpo, también la mente. Me esforzaba por pensar que Augusto era el mismo conmigo. Me equivocaba. No confiaba en mi… ya no… … Me mantuve boca abajo, enterré mi cabeza en la almohada y me mantuve en silencio.
Una mujer ha sido quemada delante de mi… Delante de todos. Todos… la miraban, en silencio, sin hacer nada. No se inmutaban por sus gritos agónicos y yo no puedo quitármela de la cabeza…
No puedo salir de aquí estando así…

Desperté poco después de que amaneciese.
Me preparé para salir y comencé con mis tareas diarias, mientras permanecía con la cabeza gacha en todo momento. No podía mirar a nadie a la cara, estaba demasiado … “cansada” mentalmente como para hablar.

Cuando ya empezaba a anochecer y me dirigía hacia el Vaticano, alguien se me colocó delante. Solo vi sus pies en un principio, pero al levantar la cabeza vi a aquel hombre que me había golpeado, el del niño.
-Hola, Madre.-saludó él, su tono no me gustó nada y se aproximó agresivamente.
-Retroceda.-Ordené, no me encontraba bien de ninguna de las maneras. No quería que me golpease de nuevo.

Sin embargo sonrió con sorna y se aproximó aún más deprisa. No había nadie cerca. Ese hombre era demasiado fuerte, ya lo había comprobado. Giré y fui a correr. Pero antes de que pudiera hacerlo me tomó por el brazo y me jaló bruscamente hacia él. Me apretaba, me hacía daño. Sin saber muy bien como, me hizo contra una pared y aplastó mi cuerpo con el suyo.
-Madre… -susurró en mi oído.- ¿Dónde está Dios ahora?

Le miré a los ojos directamente. Un hereje… era un completo hereje… Le empujé, para que se apartase. No sirvió de nada. Más bien me tomó por las muñecas y las apretó contra el muro también. Agachó su cuerpo hacia mi, ya que era mucho mas alto y se quedó a pocos centímetros de mi rostro. Sus ojos brillaban… mucho. Si yo gritaba… nadie me escucharía… no tengo salvación.
-Dios no está aquí, Madre…-me susurró, luego se fue aproximando poco a poco y yo intenté zafarme, cosa inútil.
-Dios siempre esta presente hijo.-hoy a la espalda del hombre. La persona que había hablado se interpuso entre ambos.-Largo de aquí, maldito.
-¡¿Quién te crees que eres?!-Espetó el hombre, levantando el brazo.

Yo me apoyé aún más en la pared, no había reconocido al extraño y un extraño temblor recorría todo mi cuerpo. Cerré los ojos, solo un poco, intentando calmarme y luego les volví a mirar.
-Alguien mas inteligente que tú sin duda.-dijo el extraño y seguidamente una especie de onda electromagnética hizo que el hombre que minutos antes me acosaba cayera hacia atrás.

Levanté la cabeza, sorprendida. El hombre nos miró con recelo, pero sus ojos acabaron clavados en el extraño. Negó levemente con la cabeza, como si hubiese visto al propio diablo y luego echó a correr, gritando. Respiré ondo...

El extraño se giro hacia mi y me tendió una mano.
-¿Estas bien, Adara?

Le miré fijamente. Era... Era Augusto... Noté como las lágrimas comenzaba a salir, no podía controlarlas. Me llevé las manos a la cara y asentí levemente, mientras susurraba:
-S... sí... mu... muchisimas gracias...
-Volvamos al Vaticano...-dijo el cogiendome de la mano

Asentí levemente y comenzamos a caminar. Yo continuaba temblando y sabía que él lo notaba por mi mano. Cerré fuertemente los ojos en varias ocasiones, pero continuaba caminando con la cabeza gacha.
-Gracias Augusto...-mascullé.
De repente el se paro de golpe y me abrazo.
-Deja de temblar...

Me quedé quieta cuando lo hizo. Sin embargo, poco después me aferré a él en silencio. No quería llorar. No quería que él se preocupase. Pero... no me encontraba nada bien, ni mentalmente ni físicamente y el hecho de que aquel hombre me atacase así... me hizo pensar realmente que iba a terminar allí.
-No puedo evitarlo...-dije con un hilo de voz.
-Vamos ya paso... todo esta bien y por suerte ese ajadero no vovlewra a atacarte, me encargare de ello personalmente.-susurro.
-fue...-susurré. No quería decirlo pero...- fue quien me hirió aquella vez...

Note como todo el cuerpo de augusto se tensaba.
-Sus pecados no quedaran sin castigo Adara, te lo prometo.-Dijo empezando a caminar de nuevo
-Pero aún así... yo...-lo tomé por el brazo y cerré los ojos. No podía creer lo que iba a decir.- no quiero que...
-No es decisión tuya.-Me corto

Le solté por la impresión que me causó su forma de hablar. Si lo hubiese dicho en otra ocasión, no me hubiese importado e incluso le hubiese sonreído. Pero definitivamente no tuve que salir del cuarto. Mi reacción pudo haberse confundido con la de temor. Pero aún así agaché la cabeza y continué caminando, en silencio.
Seguramente Augusto se percato de ello, porque no volvio a hablar en todo el camino hasta que llegamos a el Vaticano.
-Ve con cuidado y descansa.

Noté un dolor en el pecho, un dolor agudo. Miré a Augusto y extendí mi brazo, hasta tomarle por el brazo. No sabía que decirle, tenía tanto que hablar, pero no sabía por donde empezar.
-Augusto...-susurré.- ... por favor...
-¿Que ocurre?-pregunto el mirándome.
-Confia en...-bajé aún más el tono.- ... mi...

El aparto su mirada de mi.
-ya lo hago.. y ahora márchate a descansar, estas muy pálida.
-No lo haces.-negué con la cabeza y le miré.- Me apartas, me apartas de ti. Yo no quiero eso... quiero... quiero...

Antes de poder terminar la frase mis piernas cedieron. No me enconraba bien... nada bien... me sujeté sólo un poco a él, lo justo para no caer. El me agarro.
-USas demasiado tus poderes Adara...-dijo friamente.
-no creo que...-mascullé, pero todo me daba vueltas.
-Vamos, estas exhausta.-dijo mientras me conducia hacia mi aposento.
-Han pasado muchas cosas...-susurré, luego le miré. No le veía del todo claro, pero sabía que estaba ahí.
-Por eso, descansa.
-No a mi...-negué.- A tí. Me preocupas.... mucho...
-No tienes por que, yo estoy perfectamente.-afirmo
-Deja de mentirme...-Puede que mi voz sonase airada. En cierta manera lo estaba, ya lo estaba.
-No te miento.
-Sí que lo haces, crees que no me doy cuenta pero sí que lo hago. Eso me molesta. Me molesta que no me cuentes lo que te pasa. Porque eso sólo significa una cosa...
-¿Que quieres saber?-pregunto sin mirarme.
-Todo.

Llegamos a la puerta de mi cuarto y me apoyé en la pared, soltándolo. Le miré fijamente. Sólo quiero que confíes en mi... como antes.
-Adara deberías saber que.. en el vaticano.. todo lo que no es sagrado es secreto.
-Que en definitiva es lo mismo.-susurré.

Puso una mano en mi cabeza.
-Solo intento protegerte.
-Pues deja de hacerlo.

Hize un gesto brusco que incluso me hizo marear, sin embargo me seguí sujetando. Le miré a los ojos, fijamente. No puede ser... ¿verdad? Ya no. Sólo unos pocos se merecen tu confianza y yo nunca... nunca podría.
-Gracias por su ayuda.-Dije, luego agaché levemente la cabeza en señal de respeto y llevé mi mano al pomo de la puerta, para abrirla.

Pareció que Augusto fuese a decirme algo, pero no lo hizo, se quedo en silencio y agacho la cabeza, después se dio la vuelta y empezó a andar, cuando ya estaba alejado dijo.
-No deberías volver tan tarde por las noches, a partir de hoy, tu horario quedara reducido a las 6 de la tarde, a esa hora quiero que ya estés entre los muros vaticanos ¿entendido?
-Sí, Su Santidad.-asentí, mientras dos lágrimas cruzaban mis mejillas. Entré en el cuarto y le miré caminar por el pasillo.

Cuando se perdió en la penumbra cerré la puerta del cuarto y mis piernas volvieron a fallar. Me sujeté a la puerta. Desde hacía bastante rato notaba mi temperatura corporal bastante alta… quizá… quizá me había puesto enferma. Anduve pesadamente hasta la cama y justo cuando llegue, caí sobre ella y… no recuerdo más.

Out: thanks tooooo.... AUGUSTO QUE ME HACE SUFRIR XD