
Todo estaba oscuro. No sabía donde me encontraba, aún así decidí que debía continuar caminando. De pronto, noté que pisaba algo líquido, aunque un poco pegajoso. Acto seguido se iluminó todo y vi, en ese momento, que lo que había pisado era sangre. Retrocedí por un momento, abriendo mucho los ojos y llevándome las manos a la cara, mientras con mi mirada nerviosa buscaba algo, aunque en ese momento no sabía el qué.
Lo vi a lo lejos.
El corazón se me encogió.
Noté que mi mundo se partía en dos.
Augusto estaba a lo lejos. Tendido en el suelo y rodeado de sangre. Mi cuerpo se paralizó por un momento, sin embargo me eché a correr mientras la sangre me salpicaba toda la ropa y los zapatos. A pesar de la gran cantidad de sangre que había, me puse de rodillas y le di la vuelta. Estaba completamente pálido y cuando llevé mis manos a él, estaba muy frío. Realmente estaba…
-¡¡¡AUGUSTO!!!-grité, zarandeándolo.- ¡Augusto, por favor…! ¡Despierta…!
Llevé las manos hacia su pecho, para volver a curarle. Sin embargo, nada más intentarlo me quedé sin aire, perdí las fuerzas y caí sobre él, sin darme cuenta. Levanté levemente la mirada un poco y vi un reloj de arena, quedaba menos de un cuarto.
-ya veo…
De golpe desperté.
Suspiré al darme cuenta de que había sido un sueño. Pero lo que aquello quería decir es que mi alma estaba… en las últimas. Pero no iba a dejar de curar a aquel que realmente lo merecía.
Tras vestirme salí, para hacer mis labores del día. Sin embargo, oí gritos y eché a correr, siguiéndolos. Había una gran multitud y, aunque solo era capaz de ver una gran humareda que se alzaba hacia el cielo, no podía ver qué era lo que se estaba quemando. Con dificultad me acerqué, mientras oía todo tipo de comentarios que me parecieron deplorables. Cuando llegué a un lugar donde por fin pude verlo todo, me paralicé. Una mujer, ardía.
Me llevé las manos a la cara, espantada. Sabía que en aquellos tiempos se quemaba a gente, a “herejes”, pero… aquella mujer vestía las ropas del Vaticano. Un escalofrío recorrió mi espalda y chillé, mientras intentaba acercarme. Unos guardias se colocaron en mi camino y, cuando vieron que no desistía, me empujaron hacia atrás. Me hice daño en un pie, aún así volví a levantarme y cuando me dispuse a avanzar, colocaron un arma en mi cuello.
-Quieta, niña.-me gruñeron.
-¡¿Pero no veis que está sufriendo?!-Exclamé, las lágrimas inundaban mi cara.- ¡¡¡¡POR FAVOR…!!!!
-Son órdenes de su Santidad.-Dijeron.
En ese momento aquella mujer dejó de chillar, había… había… …
A mi alrededor la gente comenzó a disiparse, comentando. ¿Por qué sois tan…? ¿Por qué no ayudáis a una hermana que está sufriendo? ¿Tan grave es su pecado? Mientras la observaba, quité las lágrimas de mi rostro pero… regresaron. Agaché la cabeza, mi pelo cubrió mi cara y noté como mi cuerpo temblaba. Acabé cayendo de rodillas y lo cierto es que no sé muy bien cuanto tiempo estuve allí. Para cuando alcé la cabeza, ya era de noche y la mujer ya “no estaba allí”. Ya no había nadie.
-… Por… por qué…-Al parecer, aunque no era consciente durante todo aquel rato, había seguido llorando y me notaba agotada.- Augusto… ¡¿Por qué?!
Débilmente me puse en pie, quité las lágrimas que quedaban y comencé a caminar hacia la cede del Vaticano. No tenía ni idea de la hora que era, simplemente quería ver a Augusto. Preguntarle por qué… quería saber…. Qué había pasado para que una persona acabase siendo quemada.
Cuando estaba llegando al despacho de Augusto lo vi salir de allí, parecía agotado, con ojeras y cabizbajo. Cuando levanto la mirada y me vio abrió mucho los ojos y se me acerco a paso acelerado pero sin perder el comportamiento acorde a su cargo.
-¡Adara!-dijo posando sus manos en mis hombros.-Adara ¿qué ocurre? ¿Qué te ha pasado?
-Por qué lo has...-un leve hilo de voz salió de mi boca. Agaché la cabeza y volví a ver la mujer ardiendo delante de mi. Me llevé las manos a la cabeza, mientras notaba las lágrimas salir.- ¿Por qué ordenaste quemarla...?
Una sonrisa triste apareció en el rostro de Augusto.
-Era mi deber...
-¡Pero ella...!-Le abracé fuertemente, mientras no podía parar de llorar.-... Augusto... qué... ¿cual fue... su pecado?
-Traición-dijo el abrazándome también.
-... traición... -Entrecerré los ojos.- pero ella era como yo... era... también te servía. Cómo alguien puede...
-Libero a una hereje, por eso la condene a la hoguera, ya hubiera sido grave que lo hubiera hecho alguien del pueblo, ¿pero una hermana? Es altra traicion...-Vi que una sombra se cernia sobre sau rostro, como si de golpe hubiese envejecido 20 años.
-pero...-enterré mi cabeza en su pecho. Noté que temblaba, aún no era capaz de quitarme la imagen de aquella mujer.
Augusto se quedó en silencio y me aparto de el con suavidad.
-No debes dejar que esto te afecte tanto, en una guerra muere mucha gente...
-pero...-agaché la cabeza.- sabía que se hacía eso... que se mataba y quemaba a gente pero cuando la vi... no pude evitar pensar que... ....
-¿pensar que..?
-que podía ser yo.-agaché la cabeza, cerrando fuertemente los ojos.- ... o cualquiera...
-Y estas en lo cierto.-me dijo friamente.-Pero mientras seas fiel a la iglesia, eso no pasara
-...-Le miré levemente, de manera bastante triste. Luego me giré, como para irme.- Jamás sería capaz de traicionarte...
-Yo...-fue a hablar pero al parecer se arrepintió en el ultimo momento.-Debor irme Adara, mañana será un día muy difícil.
-... adiós...-entrecerré los ojos y me llevé las manos al pecho, me dolía un poco. Aún así, agaché la cabeza y comencé a caminar para alejarme de él.
El se quedo en silencio, no dijo nada más y cuando gire levemente la cabeza para comprobar si seguía ahí ya se había ido.El dolor se incrementó y caí al suelo, notaba que me ahogaba y, aunque me costó, me arrastré hasta mi cuarto y caí sin conocimiento sobre la cama.
Out: gracias a Susy ^^
Maddy empezó su búsqueda a las 3:19 p. m.