
Un día más como otro cualquiera.
Noticias sobre posibles herejes me llegaban desde todas partes, pero yo no dejaba de darle vueltas a un par de asuntos: por una parte, lo extraña que estaba Adara, quien parecía más triste cada día, ella no entendía porque hacia todo esto.
¿Acaso no veía que lo hacia para protegerla? No debía decirle nada sobre los traidores dentro del vaticano, sospechaba quienes eran y me negaba a verlo, pero estaba claro..
Ellos tres tienen algo que ver…
Como mi hermano Gin no regresaba de su búsqueda a la hereje lo mande regresar y mande a un hombre con una fama de implacable que me hacia enorgullecerme de el, se trataba de un inquisidor portugués de lo más devoto, era mi hombre ideal para encontrar a Rosalyn y a los dos herejes que iban con ella.
Tras mi charla con ese inquisidor, de nombre Johao, me anunciaron la captura de dos herejes, inmediatamente mande que me las trajeran para hablar con ellas, tenia que averiguar cuanto sabían y cuan cerca podrían estar de encontrar aquel objeto del demonio.
Entraron empujadas por dos guardias cada uno, al parecer dos guardias no eran necesarios para controlarlas a las dos. Forcejeaban con los guardias hasta que quedaron justo delante de mi, se mantuvieron quietas y mirándome fijamente. Una era bastante alta y pelirroja, con la boca tapada y la otra llevaba muy poca ropa.
-Oh vaya, no puedo creer que nos hayan concendido este "placer".-farfulló la pelirroja.
-¿Y éste quién es? ¡Yo con quien quiero hablar es con el jefe de todo esto!-dijo la otra.
-Es el Papa. "El Jefe".-Farfulló la pelirroja, la cual luego me miró-... Soy inocente, su santidad. La loca es ésta de al lado.
-Silencio.-espeté sin alzar la voz.-Estais frente a Augusto II, Su Santidad el Papa de Roma.
-¿ves? ya le has cabreado.-susurró la pelirroja a la otra.
Tras fulminar a su compañera con la mirada, la muchacha de cabellos morados volvió a mirarme.
-¡Te exijo que nos liberes ahora mismo, hereje!-me espetó.
-¡Cállate!-Chilló la otra, luego me miró avergonzada.- De verdad, le prometo que no la conozco de nada. Los inquisidores me detuvieron a mi, pero yo solo pasaba por allí...
Esa niñata acaba de llamarme… paciencia Augusto…
-¡SERÁS TRAIDORA!-vociferó la más impertinente de ambas.
-Me temo que no se dan cuenta de la gravedad de su situación.-dije entrelazando las manos.-Están acusadas de herejía y por lo tanto, condenadas a pena de muerte.
-No hemos hecho nada.-Dijo la pelirroja, ahora más seria.
Hice un gesto a uno de los guardias para que fuese a buscar a Lucius.
-No es eso lo que dicen mis informes.
-¿Qué dicen sus informes?-Respondió la pelirroja.
-Silencio.-espeté de nuevo.-Aquí solo se habla si yo pregunto ¿entendido?
-Se parece a mi tío el de Irlanda, ¿sabes? Es así de joven y tiene ese carácter...-murmuró la chiquilla a la pelirroja.
-Ya veo...-susurró la pelirroja.
La puerta del despacho de abrió y Lucius entró a zancadas en la habitación.
-Su Santidad, he venido, cómo me habeis ord...
El camarlengo se quedó en silencio, los ojos fijos en la muchacha del pelo morado.
-Ala, sólo falta que se nos muera el cura...-susurró la del pelo rojo mirando a Lucius.
-¡Oye! Me mira raro-se quejó la chiquilla.
Carraspeé.
-Lucis, ¿harías el favor de leer la sentencia de estas dos herejes?
Éste tardó un poco en responder, luego asintió y se acercó a mi mesa. Sacó un rollo de papel de entre sus ropas y comenzó a leer con voz clara:
-A las herejes, de nombres "Rellik" y "Morrigan"-levantó la mirada del texto para volver a centrarla en ésta última un momento-se les acusa de: oponerse a la autoridad Vaticana, practicar brujería y artes oscuras, asesinar, matar y robar, e insultar y blasfemar sobre Dios nuestro señor. Por lo tanto, el pago por sus pecados deberá realizarse en la hoguera.
-¡Peroperoperopero!-gritó la tal Morrigan-¡Eso es mentira! Menos lo de brujería.
-¡Eso es falso!-Exclamó la otra también, luego miró a su compañera de reojo.- TODO. Qué vamos a oponernos, practicar brujeria, matar, asesinar, robar, insultar... ¡que no, que no!
-¡Yo soy druida! Y hago brujería-insistió Morrigan.
-...-La pelirroja suspiro.- y yo no la conozco de nada...
-¡Irlandesa mentirosa!
-¡Druida bocazas!
-¿Ah, sí?
-... Cállate anda...
-¡Silencio!-exclame haciéndolas callar de golpe. Luego suspiré.-La sentencia esta dictada, cualquier cosa que digan empeorará su situación, así que yo de vosotras guardaría silencio.
-¿Por qué la hoguera?-preguntó la pelirroja, luego me miró.
-¡¿Cómo osas dirigirte a Su Santidad en ese tono?!-exclamó Lucius, aparentemente indignado.
-Pues vera... señor rubio pervertido.-Comentó la pelirroja, luego me miró.- Lo miro y le hablo, así de fácil.
El camarlengo se apresuró a santiguarse, mientras enrojecía.
-Ave María Purísima...Esta mujer está endemoniada-farfulló.
-Eso ya lo sabemos todos...-murmuró la pelimorada.
-Déjala Lucius, que hable… no lo hará por mucho tiempo, seréis ejecutadas pasado mañana.-dije clavando mis ojos en las dos herejes.
-Endemoniado aquel que se dedica a mirar con lujuria a mujeres.-farfulló la pelirroja.
Lucius me miró, casi suplicante.
-¿Tengo que escuchar estas falsas acusaciones?
Realmente te esta bien empleado…
-Es suficiente.-dije en tono solemne.-Lleváoslas al calabozo y procurad que no salgan de allí.
-Pero si nos dejais salir no pasa nada.-Les comentó la pelirroja a los guardias.
-¡Oye, oye Rellik! ¿Qué es lujuria?-murmuró la bruja.
-¿Te acuerdas cuando te miró raro?-Preguntó la otra, su amiga asintió.- Eso.
-Ah. Bueno. Ya será para menos.
-Pero es que para ellos eso es muy muy muy malo, sólo se la he devuelto al señor rubio pervertido.-explicó la pelirroja.
-¡¡Lleváoslas de una vez!!-gritó Lucius, haciendo un gesto brusco.
Suspire.
-¿A que esperáis guardias? ¡¡Lleváoslas ya!!-alcé la voz también yo.
-Ay que griterío, hay que ser maleducado para...-iba farfullando la pelirroja mientras se las llevaban.
-¿Y qué es pervertido~?-fue lo último que escuché, pasillo abajo.
Lucius y yo nos quedamos en silencio tras oír el chasquido de la enorme puerta anunciando que se había cerrado.
-Herejes.. –murmuré.
Él no dijo nada, fijó su mirada en el suelo bajo sus pies.
-¿Qué ocurre? ¿Es por los comentarios de esa cátara?-pregunté.
-Nunca me había sentido tan avergonzado por una acusación...infundada.
-Que no te afecten las palabras de una hereje mi querido camarlengo.-dije con mucha serenidad.-Deberias.. ir a descansar un rato.
-Sí-dijo, levantando la mirada-.Sí, eso haré-sonrió cortésmente-¿Puedo ayudaros en algo más?
Si confesaras tus secretos…
Clave mis ojos en él muy serio, pero luego esbocé una sonrisa.
-Nada más, gracias.
-Dios os bendiga-Lucius hizo una reverencia y se dirigió a la salida.
-Y a vos amigo…
El camarlengo se detuvo unos instantes ante la puerta. Se giró una vez más, parecía querer decirme algo, pero al final, sólo sonrió e hizo una inclinación de cabeza. Después, abandonó mi despacho.
Nos esperan tiempos difíciles Lucius.. a ambos…
*OUT* Wolaaaaaaaaaa pues aki un nuevo post de Augusto, espero que os guste, gracias a Kao y Lore por su gran ayuda n.n besitoooooooooossss *OUT*
Sobrina empezó su búsqueda a las 1:43 p. m.