
De nuevo me desperté con el anuncio de una nueva ejecución.
Enterré mi cabeza en la almohada mientras entrecerraba los ojos. Apreté los puños. Poco a poco, me levanté como pude y me puse los hábitos de aquel día. Me miré en un espejo levemente. Estaba pálida, más de lo normal, ojerosa. Pero sonreí y pareció que mi rostro se había iluminado.
No pude hacerlo…
No pude hacerle volver…
Salí de mi cuarto y no tardé en oír gritos, esos gritos…
Llegué en poco tiempo y pude ver como Gin arrastraba a una muchacha rubia, la que debía ser ejecutada. Entrecerré los ojos. Como pude esquivé a los guardias, mientras me echaba a correr y cuando estuve apunto de alcanzarlos mi pie izquierdo falló. Caí hacia delante y levanté la mirada, observando como el fuego se avivaba. Negué con la cabeza y me levanté, acercándome a Gin. Intenté sujetarlo pero entonces… atravesé su brazo con mi mano. Abrí los ojos como platos y me giré, en el suelo estaba mi cuerpo sin conocimiento y me llevé las manos a la cara.
-No… no puede ser…-murmuré.
Pero no tardé en fijarme en ellos. En Gin y la muchacha. Él la miraba de una forma muy especial. Nunca había visto eso en sus ojos. Entristecí la mirada, pues lo entendí y supe lo difícil que debió de ser para él.
Aún así…
De pronto vi como el alma de Rosalyn salía de su cuerpo, con los ojos cerrados y entonces… no tardé en empezar a oir “voces”.
“soy alguien a quien llevas mucho tiempo buscando.” Dijo una voz tan pura y cristalina que creí que no era real…
Una conversación comenzó entre la que parecía ser Rosalyn y… El Santo Grial. Dijeron tantas cosas, entre ellas que el hermano de Rosalyn estaba bien, gracias aun muchacho llamado Yóel y no pude evitar alegrarme. Finalmente, tras la conversación, Rosalyn se convirtió en la guardiana del Grial. Volvió a su cuerpo y desapareció. Gin… Gin estaba completamente triste.
Gin… tú…
Realmente sentí su dolor y me llevé la mano a la cabeza, mientras la agachaba. Pero no tardé en levantarla. Sentí algo. Vi entonces a una chica, quizá algo más alta que yo, de largos cabellos y ojos dorados. Bella, muy bella. Delicada. Rasgos suaves.
No pude quitar mis ojos de ella y noté algo familiar, la conocía de algo.
-Eres…-murmuré.
Ella se mantuvo en silencio, mirándome con una leve sonrisa en los labios.
-El Grial...-susurré, entrecerrándo los ojos.-...
Ella asintió y luego se giró para mirar a Gin, que seguía en el suelo. Yo también le miré, desesperada. Intenté acercarme y de nuevo lo atravesé, por lo que me dejé caer al suelo y entrecerré los ojos mientras volvía a mirarla.
-Este muchacho...-murmuré.-... para él realmente creo que ella es importante...
El grial sonrió y luego volvió a mostrarme su pequeña sonrisa mientras se daba la vuelta y empezaba a elebarse
-Lo siento.-me apresuré a decir, agachando la cabeza.- todo el dolor o problemas que podrán causarte...
Ella clavó sus ojos en mí con un gesto conciliador, se acercó y acarició mi barbilla con la llema de los dedos y se elevó hasta que la perdí de vista. Cuando ya no podía verla, giré el rostro hacia donde estaba Gin. Pero ya se había ido. Me levanté poco a poco y avancé hacia mi cuerpo. Poco después, pude regresar…
Pero ahora me encontraba peor.
Mucho peor. Pero no sabía si el dolor era físico o emocional. Así que acabé marchando hacia mi cuarto, tras una leve conversación posterior con Gin. Pero no podía dormir, no podía descansar. Aquel mismo día iba a ser el entierro de Kyle. Además, había descuidado mis qué haceres así que no pude evitar salir al pueblo, al menos hasta que comenzara el entierro y así no me martirizaba.
Durante un tiempo todo fue bien, la gente me hablaba e incluso una señora me trajo una tarta. Pero cuando ya se me acabaron las existencias y comenzaba a recoger, para regresar, oí pasos acercarse. Como era habitual, no presté atención pero de pronto alguien dio un manotazo en la mesa sobre la que yo tenía anteriormente los víveres y levanté la cabeza.
Aquel hombre.
De nuevo.
Entrecerré los ojos y lo miré, sin retroceder y él sonrió. Creyó que me había paralizado del miedo. Pero no me daba miedo, ya no. A pesar de todo, debía continuar siendo una buena persona. Tenía que serlo.
-Hola, Madre.-saludó.
-Señor…-dije- ¿Qué desea?
-¿Deseo?-se reclinó un poco hacia delante y quedamos frente a frente.- Deseo no tener interrupciones.
Recordé lo sucedido la última vez que le ví. Augusto le apartó de mi. Pero Augusto no estaba. Y realmente me hubiese sentido muy mal si hubiese aparecido, de nuevo. Eso hubiese significado que yo era una carga. Porque Augusto debía estar… muy afectado.
-No las tendrá.-Entrecerré los ojos, observándolo.- ¿Qué es lo que quiere?
-Hacerte pagar.
Llevó su pesada mano a mi cabeza y la posó en ella, para luego arrastrar sus dedos entre mi cabello y tirar de él. Nunca había utilizado la violencia. No me gustaba hacerlo. Pero aún así yo era débil. ¿De qué podía llegar a servir que luchase?
Tomó bruscamente mi pelo de pronto y me hizo alzar la cabeza, mientras me observaba fijamente a los ojos. Entrecerré los mios y de pronto, pateé la mesa de manera que le golpeó los pies y pude zafarme, retrocediendo.
Pero no tardó en ir hacia mi de nuevo, torpemente pero de manera que se tropezó y me sujetó por los hombros, haciéndome bruscamente contra la pared y golpeándome con su peso. Perdí la respiración por un momento y abrí los ojos, bruscamente. Me pegó por segunda vez contra la pared y me golpeé la cabeza, por lo que acabé algo trastocada. Cerré los ojos y noté como me empujaba hacia abajo, haciéndome sentar en el suelo.
-No…-me susurró.- Dios no está hoy aquí. Ni aquel tipo. Nadie, Madre…
Dios está en todos sitios.
Todo lo que Dios hace es por una razón.
Nadie tiene el derecho a discutir su palabra.
Acercó su rostro al mío y yo agaché la cabeza, evitándolo. No sabía que se proponía, pero no me gustaba que se acercase. Me resultaba repulsivo. Pero a su vez yo no quería hacerle daño. No quería ni intentar herirlo. Con su tosca mano sujetó mi barbilla y me hizo levantar el rostro, observándome fijamente.
-No… no hay nadie.-murmuró, lentamente comenzó a acercar su rostro al mío.
Intenté agachar la cabeza pero apretó fuertemente, creí que me partiría el mentón. Su aliento, podía olerlo. A alcohol. Intenté apartarlo con mis manos, pero con la suya que quedaba libre me inmovilizó y consiguió juntar sus labios con los míos. Abrí los ojos con pasmo y me revolví, intentando liberarme pero me apretaba cada vez con más fuerza, tanta que dí un quejido.
-No le importas a nadie.-susurró, separándose un poco y dejándome respirar.- ¿A quién podría importarle una sucia y pequeña monja como tú?
Realmente espero que Dios te perdone esto… sea lo que sea lo que hagas.
Intenté liberarme de nuevo pero eso sólo hizo que me tratase con más brusquedad aún. Noté que un hilo de sangre caía por mi frente. Pero esta vez no tenía miedo. ¿Quizá porque realmente veía que era mi posible fin?
-Una menos…-masculló, mientras volvía a acercarse a mi rostro.- qué mas dá…
-sí…-murmuré, mientras intentaba liberarme.
-Uno menos.-dijo una voz a mi espalda, medio segundo despues mi agresor volaba por los aires por culpa de una onda expansiva.
Lo seguí con la mirada, quedándome en la misma posición y luego llevé mis ojos a aquel que había hablado. A penas me dio tiempo para hablar, puesto que mi agresor me sujetó del pelo y me arrastró, aunque pude ponerme en pie y el dolor de cabeza no fue demasiado. Giré mi rostro, para ver a aquel que había intervenido. Era Augusto. Vestía de forma que era algo dificil reconocerlo, pero era él.
-¡Largo!-Gruñó el tipo que me sujetaba, ahora por las muñecas. Intenté zafarme, no pude.
-Dios te castigará pòr esto, insensato...-Dijo entrecerrando los ojos y dando un par de pasos hacia nosotros.-Suéltala..
-No.-negó, colocándome delante. Yo por mi parte miré a Augusto con los ojos entrecerrados y luego agaché un poco la mirada.
Augusto juntó las manos y una bola de color blanco empezó a formarse entre ellas.
-Última oportunidad... suéltala.
-Muérete.-espetó el que se ocultaba tras de mi. Yo cerré los ojos levemente al oirlo.
La bola de luz fué haciendose mas largo y en un descuido de mi atacante le di una patada en la espinilla y me agaché, Augusto aprovechó ese momento para lanzar la bola de luz contra él y le dió de lleno en el pecho. El hombre acabó varios metros atrás, dolorido y por lo que parecía, sin conocimiento. Me giré lentamente y le observé, mientras el hilo de sangre que caía por mi frente no me dejaba ver bien por el ojo izquierdo. Augusto se acercó, sacó un pañuelo de su larga chaqueta negra y me limpió la sangre.
-¿Estas bien?
Le miré a los ojos, durante un momento, luego asentí con la cabeza mientras desviaba la mirada. Él no debía estar allí. Él debía estar ocupado con sus cosas. No debía estar allí, frente a mi. No debía ayudarme. Debía ayudarse.
-Sí...-asentí, luego sonreí.- ¿Tú cómo estás?
Él no me contestó, se quitó la chaqueta para dejar ver un traje completamente negro salvo por un alzacuellos blanco y la puso sobre mi para taparme.
-Volvamos al Vaticano.
Agaché la cabeza, sin responder y comenzamos a caminar. Pasamos cerca de aquel hombre que me había atacado y le miré fijamente, durante pasaba a su lado. Luego llevé mi cabeza hacia delante, de nuevo mientras entrecerraba los ojos. Una tremenda carga. Nunca debí venir. Lo único que hago es perjudicar a una de las escasas personas que alguna vez se preocupó por mi. Yo siempre sonrío, a pesar de todo. Pero eso no significa que ignore la realidad. Sólo muy pocas personas se preocuparon por mi. "¿A quién podría importarle una sucia y pequeña monja como tú?".
...
Quizá debería marcharme y dejar de molestar.
Llegamos al vaticano y Augusto me acompañó hasta mi habitación.
-¿Necesitas algo?-preguntó
Negué con la cabeza, mientras sonreía y le tendía su chaqueta, aquella que me había dejado. Le miré fijamente a los ojos.
-Sólo, yo...-murmuré.- ... pido traslado...
Augusto me miró con los ojos muy abiertos.
-¿No estas comoda aqui?.preguntó clavando sus ojos en los mios.
-Considero que quizá mi labor no está siendo adecuada.-respondí, mientras le observaba. No pude evitar notar que mi mirada temblaba.- Soy un estorbo.
Augusto me cogió de los hombros y me miró aun mas fijamente, cosa que parecia imposible.
-No digas tonterias, el pueblo te adora, eres muy útil aqui y yo... -apartó la mirada.-No quiero perder a dos personas importantes esta semana...
Sus palabras me afectaron, por lo que tuve que bajar la mirada y extender un poco los brazos, hasta que le toqué. Yo no quería perder a la persona más importante para mi. Yo no quería que él estuviese triste. Sólo quería que fuese feliz. Sólo quería que estuviese bien. Pero con las cosas tal y como estaban, tenía la sensación de que yo no hacía otra cosa salvo perjudicarle aún más.
-Yo sólo quiero evitar causarte más problemas.-dije.
-Tú nunca me has causado problemas, Adara.-y me abrazó, mas fuerte de lo que lo habia echo nunca.
Durante toda la conversación, en cierta manera, había estado muy tensa pero cuando me abrazó todo desapareció. Yo también me aferré a él y cerré los ojos. Que yo nuncca te he causado problemas... eso es mentira. Soy débil, por ello debes ayudarme. Por ello te perjudicas. Por ello no puedes dedicarte a tí. Noté como unas lágrimas caían por mi rostro y enterré mi cara entre sus ropas..
-Sólo quiero ayudar.-musité.
Augusto no dijo nada más, solo siguió abrazándome y acariciandome el pelo.
Al rato se separó de mí.
-Deberias descansar.
-Estoy bien...-Dije, mientras levantaba la mirada para observarle.- dentro de poco es la ceremonia y... quiero colaborar, aunque sea sólo un poco.
-Con tu asistencia será más que suficiente, Adara. Yo mismo voy a presidirla.
-De acuerdo.-acabé diciendo, en voz baja.- descansaré un poco y luego... iré. Pero.... quiero que tú también descanses, aúnque sea sólo un poco.
-Lo intentaré.-dijo esbozando un amago de sonrisa.
Ladeé un poco la cabeza y le sonreí, luego extendí mi brazo y rocé levemente su mejilla. Tenía cara de cansado, no estaba bien y aún así él se esforzaba para parecer normal, dentro de unos límites, para hacerme creer que se encontraba bien.
-A partir de ahora... sólo preocúpate por ti.-Musité, mientras continuaba rozando su cara.
Él se dio la vuelta para marcharse, pero antes de hacerlo giró la cabeza hacia mi y con una sonrisa me dijo:
-Sólo despues de asegurarme que tu estas bien.
-Si tú lo estás yo también.-acabé murmurando, mientras lo observaba y le sonreía.
Poco después ya me encontraba en el interior de mi habitación, justo en frente de la cama y me dejé caer en esta a causa del cansancio. Kyle, el precio ya está pagado. Sólo debes desear regresar. Porque yo ya estoy casi consumida... Entrecerré los ojos lentamente. Kyle, haces mucha falta...
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Out: Finí! xD Gracias a Augustooo (8)
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